El Astxiki acogió una fortaleza cuyos muros se extendían a las dos cimas: Astxiki, la principal y Artxua (790 m), la antecima noroeste. No está tan clara su función, ya que queda lejos de las rutas comerciales de la Edad Media, ni su época, aunque los indicios lo sitúan en el bajo medievo.
Si ese encaje de la leyenda con la historia y la geografía tiene algún escenario es sin duda el puerto de Urkiola. Está a los pies de Anboto, en pleno reino de Mari, y a la vez constituye una de las principales vías de comunicación entre Vizcaya y la meseta castellana. Por allí debieron de entrar las influencias foráneas y también el cristianismo. La nueva fe pobló las laderas de este macizo con una decena de ermitas con más leyendas curiosas: desde la de Santa Polonia (cuyo manantial cura los dolores de muelas) o la del Santo Cristo de Atxarte (que se edificó en la entrada de una cueva para impedir que salieran las lamias), hasta las remotas de Santa Bárbara (depósito de armas de los carlistas, al pie de la cresta de Alluitz) o de la Ascensión (casi en la punta del monte guipuzcoano Udalaitz, antiguo refugio de ermitaños).