En los confines occidentales de los Montes Cantábricos se eleva el magnífico Larrunarri, aunque todo el mundo lo conoce como Txindoki. Al Txindoki también le apodan el Cervino vasco por la espigada silueta que muestra desde el oeste. En invierno, cuando la nieve lo cubre, podemos pensar que nos encontramos frente a un montaña de los Alpes y no delante de este «humilde» pico de 1.348 metros de altura que la diosa vasca Mari eligió como residencia.
La pirámide gris del Txindoki surge de un bucólico paisaje de campas y bosques. El cuadro que compone es tan magnífico que a nadie extraña que, sin ser la más alta de la provincia, se haya convertido en la montaña más querida entre los montañeros guipuzcoanos.Sumando puntos para el ranking de popularidad, arrimada a su base se encuentra Nuestra Señora de los Remedios, una ermita muy venerada por los habitantes de los alrededores.
El porte del Txindoki es tan airoso que puede hacer pensar que no es posible alcanzar su cima sin utilizar técnicas y equipo de escalada. Aunque es cierto que su arista oeste es una de las vías más clásicas de la provincia –y bastante asequible, pues su dificultad máxima es de IV grado– hay que decir que no es preciso ser escalador para conquistar su cima. Una ruta sencilla pero esforzada permite auparse a esta pirámide y divisar buena parte del País Vasco.